Sab 7:7-11
Heb 4:12-13
MK 10:17-30 o 10:17-27
Ver un video con consejos para la homilía: https://youtu.be/_yom-iiVbUU
Las demandas múltiples y actividades de la vida, a menudo pueden ocultar nuestra comprensión de lo que entre ellos es más importante. Como la segunda lectura indica, es la palabra de Dios que corta a través de la niebla y nos permite discernir claramente lo que más importa.
El regalo de la "sabiduría", a que se refiere la primera lectura, es realmente el mismo Cristo. Él es la palabra, la sabiduría, la imagen perfecta del padre, el último deseo de nuestros corazones. Él mismo es el Reino de Dios y la posesión por encima de todas nuestras posesiones. La primera lectura y el Evangelio nos señalan a él y nos instan a desearlo y valorar nuestra relación con él sobre toda las cosas.
Esa relación, esa posesión del Reino que viene con seguirlo a él, depende concretamente en nuestro mantenimiento de los mandamientos. No es casualidad que el primer mandamiento que Jesús menciona en este pasaje del Evangelio es "No matarás." El hombre está preguntando cómo poseer a Dios, y Jesús esta ayudandolo a evitar una desconecta espiritual de la tierra. El hombre debe haber imaginado que Jesús iba a dar una respuesta espiritual que luego podría ir a casa y meditar, mientras disfruta de sus muchas posesiones. Pero Jesús anclo las demandas de la espiritualidad del hombre derecho a la tierra, preguntandole que estaba haciendo y lo que él pretendía en relación a las personas y las cosas alrededor de él que podía ver, escuchar y tocar.
La relación con Dios, como Jesús enseñó, sube y baja con nuestra relación a los demás – y la primera demanda de esas Buena relaciones es no matar al otro. Medida que avanza el pasaje, es evidente que "No matar" es sólo el requisito, no el cumplimiento del amor perfecto. Amor exige que busquemos a los menos, los más pobres.
"Dar a los pobres" y "sigueme" es al mismo tiempo en un repiro, no porque el discipulado exige que no poseemos nada, sino precisamente porque el discipulado exige que demos de nosotros mismos por el otro – especialmente por los más pequeños.
Aquí, entonces, es revelada la sabiduría de ser Pro-vida. Lo que poseemos – no sólo los bienes materiales, pero nuestra carrera, la reputación y la amistad – nunca pueden ser aferrados a costa de arruinar nuestra relación con Dios. Si logramos servir al menos – los más vulnerables seres humanos – y matarlos o tolerar su asesinato – todo lo que tenemos como resultado es falsa seguridad y falsa alegría.